La acompañé hasta su casa Nos despedimos sin hablar Aquella fue la última noche Tres tiros la hicieron callar Aún recuerdo aquellas dos hermosas y densas gotas descendiendo por sus pálidas mejillas. Eran unas gotas rojas, muy rojas. Unas preciosas perlas ensangrentadas. Iban resbalando despacio, sin prisa ni sometimiento alguno, con esa grácil caída que concede la libertad y la falta de recelo. Están llamando a la puerta. Tendrán que esperar. Querrán preguntarme qué le pasó a René. ¿Qué les voy a contar? Aquí estoy yo, sentada frente al espejo de un trivial camerino que ni siquiera me servirá de última guarida. Me contemplo frente al desabrido espejo y observo mi ajado rostro, mis desvencijadas pupilas, hartas de esos desacertados vaivenes que van moldeando el alma con más azufre que acierto. Están llamando a la puerta. Querrán saber qué le pasó a René. René. Querrán saber por qué su cetrina y zafia piel ya no pregonaba primorosos encuentros, o por qué su cuerpo estaba allí, allí y
Osado, imprudente y temerario lector. Está usted a punto de adentrarse en un mundo desconocido,donde la tristeza y la pasión son inseparables. Un mundo repleto de gemidos en la noche, jirones en sensibles corazones, insomnio y duras lágrimas sobre intencionadas miradas. Un mundo de maliciosas gotas de sangre, rosas con espinas y educadas sonrisas tras cada venganza. ¿Se atreve a entrar? Benvenuto nella Cosanostra.