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Mostrando entradas de abril, 2021

No era mi caso

Lo quiero tanto que lo quiero todo de él, y todo es lo que tengo: lo veo todos los días, le puedo llamar a todas horas, puedo encaramarme a su cama de hospital, puedo comer todos los días de la semana con él, puedo desayunar con él. Tengo a la persona que quiero a mi lado y así va a ser toda nuestra vida. Créeme, no tengo el premio de consolación. (Estíbaliz Ruiz de Gauna, victimóloga.  Los ritos del agua ) Todos deseamos una persona que nos ame tanto, tanto, y que nos conozca tan bien, que no necesite ninguna palabra o gesto para rodearnos con sus brazos y entregarnos ese puerto escondido que anhelamos a lo largo de nuestra vida. Pero para eso, tenemos que importarle mucho a alguien. Mucho. Muchísimo. Y no era mi caso.  Allí estaba yo, desnudo, colgado bocabajo por la cruel inercia de aquel horizonte. Con mis manos atadas a la espalda y los tobillos desollados por la mordedura de una áspera soga. El sol había quemado mi cuerpo y las más terribles de las tempestades lanzaban ahora todo

Non si parla con la bocca piena

 " ¿Cómo lo haces para emocionarme ya a estas horas? "(Alba Díaz de Salvatierra, subcomisaria. Los señores del tiempo ) "Espero que mis palabras desordenen tu conciencia" ( 20 de abril del 90, Celtas cortos ) "Tócame" , me dijo. Llevaba varios segundos con la mirada anclada en mi boca. Una lacerante penumbra invadía nuestros cuerpos y envolvía los rostros con un poroso papel de complicidad. Nuestros alientos destilaban una compleja ecuación con una jugosa incógnita, mezcla de adivinanzas y reencuentros. Su sabrosa y renegada boca sabía a deseo y desafío, mientras que iba impregnando todo mi hálito al ritmo de sigilosos susurros y ardientes teas en cada beso. Una boca que aprisionó mi dedo cordial y se empezó a deslizar lentamente por él, insinuante, untándolo de imaginación y sugerencia. No había palabra posible. Las sombras rociaban nuestros cuerpos con motas de luz y grises trazos, por lo que tuvimos que abandonar el siempre velante sentido de la vista.

Uno. Otro.

Y la princesa contestó: “De ahora en adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazón”. (Oscar Wilde, La princesa y el enano ) Escucho a mis carótidas hablarme en morse en mitad del silencio. Un latido. Otro. Lentos, pausados, armónicos. Cierro los ojos y dejo que la negrura de la noche me envuelva, que el silencio de las calles me unten con los sagrados óleos de la quietud y que mis oídos acechen las viandas de los tiernos rumores que tímidamente se aproximan. Estoy en mi terraza, una luna más, atento a la sordera de las aceras, al impío destello de las esbeltas farolas y al férreo despliegue de nubes que en el plomizo cielo se está formando. Presas mis pupilas, mi cabeza hace ya rato que no me pertenece. Se ha vuelto a ir, libre, ligera, como siempre. Conmigo sólo se han quedado los viejos anhelos tatuados en mis sentidos y los oscuros deseos tapados con la ajada manta de la apariencia y el incólume estertor de caprichos. Mi pituitaria me devuelve, en celofán y con prec

Sobre tu tejado

  «Ella se rio,  con esa risa blanca de la primera madrugada que la conocí,  cuando intentaba ser otra, o recuperarse a sí misma, quién sabe.» «Hay personas que saben encajar los golpes, aprenden a recibirlos una y otra vez, esa es su fortaleza. Pero no saben huir, la sola idea de un mundo desconocido las paraliza, y creo que tú eres una de esas personas.» «[…] comprendí que el dolor también une a las personas,  tal vez más que las alegrías,  porque de esas, como buenos desagradecidos que todos somos,  nos olvidamos pronto.» (Unai López de Ayala. Perfilador criminal. El silencio de la ciudad blanca ) Sobre tu tejado. Densa bruma de estrellas sobre nuestros enmarañados alientos, sobre ese acogedor desorden de tus ideas. Contemplándonos, reprochándonos con la sordina de un eguzquilore las postrimerías del tiempo perdido, la gran pausa que supuso la vulnerabilidad de los desencuentros. Sobre tu tejado. Miradas de niño en nuestros rostros. Chico y chica que juegan a adivinar a qué sabe la