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Mostrando entradas de abril, 2018

Il tuo sorriso è liberto, abbi coraggio di seguirlo.

Una hora pasa ya de la medianoche. La ciudad adormece y una gran y mágica luna llena preside el horizonte, atenta a esos oscuros nubarrones que se desplazan con parsimonia y cierta elegancia. Frío, silencio y en la lejanía ese sordo murmullo de voces que se van apagando en las tinieblas de cada hogar. Me siento bien, muy bien, y quería compartir este momento con ustedes. Un momento en el que me encuentro envuelto por una energía positiva que me revitaliza, que me hace vibrar y que me hará muy complicado conciliar luego el sueño. Un momento que me invitar a escribir, a producir letras sencillas, simples, sin alarde conceptual o formal alguno ni otro intento de reto literario. Esta noche toca sentir un poquito, con la banda sonora del tic-tac de mi reloj de búhos y el repiqueteo de las blancas letras de mi teclado. Hace un rato he mantenido una agradable y bonita conversación con una amiga. Una conversación de esas que todo el mundo necesita, que pocos saben apreciar y que - yo al menos

Retornos de lo vivo lejano

(Hace ya más de 15 años, recién terminados mis estudios universitarios, un antiguo profesor del instituto me pidió que escribiera "algo" para la revista del centro, de la que yo formaba parte cuando era alumno. Estos eran mis pensamientos entonces...) Aún recuerdo las sensaciones de entonces: el ruido de los autocares indicando la hora de regreso, el viejo estanque custodiado por la iglesia, los espléndidos amaneceres proyectados con osadía sobre las ventanas y el olor a tierra mojada en esas mañanas de primavera. Mi periplo estudiantil por el ya extinguido BUP se inició en un seco otoño de 1992. Eran tiempos distintos. Mi mochila, además de libros y apuntes, portaba ilusiones, retos, deseos. Las nuevas clases, los nuevos profesores, aquellas asignaturas...Todo era diferente, incluso yo, y no sólo un poco más joven. El muchacho de entonces era crédulo, más expectante, menos participativo. Asistía a las clases -todas-, y allí intentaba ser el mejor, sobre todo en

Che faró senza Euridice?

Che faró senza Euridice? Dove andrò senza il mio ben? Che faró? Dove andró? Che faró senza il mio ben? Dove andrò senza il mio ben? Euridice!...Euridice! Oh Dio! Rispondi! Rispondi! Io son pure il tuo fedele. Euridice...Euridice! Ah! non m'avanza Più soccorso, più speranza, Nè dal mondo, né dal ciel! Che faró senza Euridice?... Sin lugar a dudas, y dentro de mi escaso conocimiento, mi ópera preferida. Y también mi historia preferida. Hace mucho tiempo, cuando empezaba a asomarme con más devoción que inteligencia por los grandes textos de nuestra literatura, me topé con una historia que me marcaría para siempre. Al abrigo de los encantos mitológicos, la bella Euridice y el entregado Orfeo me revelaron el verdadero significado del amor. Otros podrán elegir para tal empresa a Píramo y Tisbe o también a Hero y Leandro, pero yo me quedo con mi Euridice, mi tierna Euridice y sus lágrimas en el reino de Hades. Mucho tiempo después, entregada mi mente por completo a

Los Ahoras

(No conocía esta leyenda hasta hace unos días. Me ha parecido preciosa. Disfrútenla.) Cuenta una vieja leyenda universal que, hace muchas épocas, las personas eran animales simbióticos: Iban siempre acompañadas de un pájaro diminuto, de plumaje brillante y canto melódico y como un susurro. Se llamaba Ahora. Ahora acompañaba a los humanos día y noche, revoloteando por sus cabezas en silencio, y eran pajaritos muy sabios y sencillos. Cada vez que sus simbiontes contemplaban un paisaje hermoso, miraban a alguien a los ojos o vivían cualquiera de esos mágicos eventos que suelen discriminarse solo por ser cotidianos, Ahora les daba un pequeño picotazo en la cabeza y cantaba, y entonces las personas tenían un Momento de Consciencia. Vivían el presente con más nitidez y eran muy felices. De hecho, los Ahora se alimentaban de las emociones que se desprendían de estos momentos, y de ahí la simbiosis. Había gente que se hacía muy amigos de sus Ahoras y éstos les daban Mom

Cuando las palabras sobran...

15:20 del mediodía. Viernes. Fin de semana al acecho. Cansado y hambriento, camino por la acera, intentando esquivar las primeras gotas de fina lluvia que caen desde un plomizo cielo, al tiempo que busco refugio en mi verde rebeca y en el familiar contacto de mi bolsa de trabajo. Semana dura que me obsequia con una maltrecha garganta y una voz apenas recuperada. Me dispongo a sumergirme en el letargo de mis pensamientos, cuando la mirada desvío hacia una puerta de cristal que a mi paso se abre. Mis pies se detienen, e incluso retroceden. Yo también me detengo. Todo se detiene. Un segundo me basta, quizá dos, para reconocer esa silueta. En el tercer segundo es cuando entro... Desierto se presenta el lugar, inusualmente silencioso. A mis espaldas, escucho la puerta cerrarse. Me aproximo a la dueña de la silueta, que intenta poner orden entre unas desobedientes cajas. No se percata de mi presencia, situación que aprovecho para hablarle... Se sorprende y se gira. Me mira

Cuando callas

 (Hace algún tiempo, una "maldita" amiga me mandó esta reflexión. La he recuperado y he creído conveniente subirla al blog. Disfrútenla) Guardar silencio puede ser una muestra de sabiduría y prudencia, pero también un signo de temor y complicidad. Cuando callas, también hablas de ti mismo. Cuando callas un secreto, conozco tu fidelidad de amigo. Cuando callas tu propio dolor, conozco tu fortaleza. Cuando callas ante el dolor ajeno, conozco tu impotencia y tu respeto. Cuando callas ante la injusticia, conozco tu miedo y tu complicidad. Cuando callas ante lo imposible, conozco tu madurez y dominio. Cuando callas ante la estupidez ajena, conozco tu sabiduría. Cuando callas ante los fuertes y poderosos, conozco tu temor y cobardía. Cuando callas ante lo que ignoras, conozco tu prudencia. Cuando callas tus propios méritos, conozco tu humildad y grandeza. El Silencio es el tiempo donde el sabio medita. La cárcel de la que huye el necio Y el refugio donde se esco

Tú eres lo que estás buscando, porque en lo más simple está la respuesta

(Atardecer de hace unos días, cerca del mar, lejos de mí mismo) Encolerizado viento azota cruelmente las palmeras, somete a la impávida arena, excita al colérico Neptuno y castiga impunemente a Níobe. Yo permanezco en medio de ningún lugar, retando al entorno, solo, dejando entrar  en mi cuerpo un certero frío, y embelesado ante la majestuosidad y belleza de Selene. Poco a poco, pero atropelladamente, multitud de pensamientos y sensaciones van escalando por mi mente, deslizándose sigilosamente hasta mi alma y reptando a oscuras, enmudecidos, hasta mi corazón. Tic-tac,Tic-tac...susurra el insistente segundero "en el salón del ángulo oscuro", donde datos, perspectivas y proyectos se precipitan con ritmo de tedio y sabor a quehacer diario, al tiempo que horneados sueños y caricias prometidas  se resisten a poner el punto y final a una copa, a dos, a una embriaguez trémula de iniciativa y sólida en su coraza. Música salvadora, reptiles excitables, cajas de am

Sueño incompleto

Muchas personas en la sala. Gradual murmullo y un claroscuro que invita al trabajo. Yo ocupo el último lugar de una de las filas, junto a la pared, e intento concentrarme, resolver esa especie de ejercicio que debo de tener delante de mis ojos. Percibo el tibio calor de todos esos cuerpos, pensantes, agotados, esa pesada atmósfera que a veces preside cualquier aula.  De repente, algo en ese cuadro se altera, lo noto. Levanto la cabeza y en el primer lugar de la fila, una persona que me conoce me está mirando fijamente. Leo su mirada. Escudriño su rostro, fingiendo no conocer la causa de su gesto. Son sólo segundos, pero todo se ralentiza. Noto mi pulso acelerarse, mis poros resoplar demandando refrigeración. Desplazo mi vista sólo unos centímetros a mi derecha, y allí, unos puestos hacia adelante, en la fila de al lado, mis instintos se animalizan y son presos de sí mismos. Porque es ella. Inesperada, inexplicable y sorprendentemente, es ella. Trabaja. Escribe y grabat