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Mostrando entradas de enero, 2013

“Tropezar no es malo, encariñarse con la piedra sí”

A menudo nos equivocamos, tropezamos y caemos, y en un gran número de ocasiones les hacemos daño a los que tenemos alrededor. Pero, ¿a quién no le ha pasado esto alguna vez? ¿Quién no se ha equivocado?   Sorprende mucho la facilidad que tiene el ser humano de señalar los pecados o los errores de los demás, olvidando con demasiada rapidez los suyos propios. Nos gusta apuntar con el dedo índice a quien ha errado, elevarnos en el púlpito de la moral y juzgarlo…. ¿quiénes nos creemos que somos? Los errores son eso, errores. Y no defiendo que haya que tomarlos con ligereza ni restarles la importancia que se merezcan, pero no han pasar de ahí, de lo que son. Debemos asumir que las personas se equivocan, por mucho daño que nos hagan, por mucho dolor que sintamos. Es posible que optemos por el olvido, por la enemistad o por el silencio más absoluto hacia esa persona, pero ciñámonos al error. Y no pido que perdonemos, ni que condenemos, sólo que no elevemos el error a la categoría de delito

Desde detrás de mis ojos...

Hace tiempo que había olvidado el gusto por el detalle, por la pulcritud, por la perfección del caos. Me paro a observar cada gesto, cada acción, segundo a segundo, anticipándome al devenir de los hechos…El olor del café humeante por la mañana, o el de la ropa recién sacada de la lavadora…La gota de zumo que resbala lentamente por el vaso, el seco crujido del pan tostándose en el fuego, el cuchillo afilado rasgando con deleite filetes sanguinolentos, el gusto pastoso de nuestra boca recién despierta, el frío contacto del agua en el rostro frente al espejo, el cruel martilleo en las sienes tras una discusión… El mundo se realentiza, aminora su marcha, y contemplar todo esto en justo tempo merece la pena…Con las personas ocurre igual. Ese que sonríe pero que es delatado por su asquerosa mirada, el gesto de complacencia de aquélla persona traicionada por sus ojeras y sus manos sudorosas…Esos dedos que se posan intencionadamente sobre el antebrazo en una amigable charla, miradas per

El placer del frío...

Allí estaba ella… bajo las sábanas, bajo la manta, bajo el nórdico y bajo la rutina nocturna de la protección y el confort…Pero estaba helada. Sentía su cuerpo tiritar y un frío atroz congestionaba sus huesos y los amenazaba con volverlos frágiles y quebrantables. Aún podía sentir su roce, el leve contacto sobre su piel que hizo enardecer partes inconfensables de su cuerpo y provocar una endurecida reacción en atalayas verticales… Helada. Así permanecía mientras que la esmaltina dental comenzaba a interpretar sus primeras notas. Una suave y gélida mano avanzaba por su garganta en cada respiración, estrechando el espacio, oprimiendo arterias y venas y vaciando todo de energía…. Todo el calor tenía como destino un mismo lugar, una misma meta… donde cualquier roce, a la vez que travieso, comenzaba a ser molesto… ( Continuará….)