A menudo nos equivocamos, tropezamos y caemos, y en un gran número de ocasiones les hacemos daño a los que tenemos alrededor. Pero, ¿a quién no le ha pasado esto alguna vez? ¿Quién no se ha equivocado? Sorprende mucho la facilidad que tiene el ser humano de señalar los pecados o los errores de los demás, olvidando con demasiada rapidez los suyos propios. Nos gusta apuntar con el dedo índice a quien ha errado, elevarnos en el púlpito de la moral y juzgarlo…. ¿quiénes nos creemos que somos? Los errores son eso, errores. Y no defiendo que haya que tomarlos con ligereza ni restarles la importancia que se merezcan, pero no han pasar de ahí, de lo que son. Debemos asumir que las personas se equivocan, por mucho daño que nos hagan, por mucho dolor que sintamos. Es posible que optemos por el olvido, por la enemistad o por el silencio más absoluto hacia esa persona, pero ciñámonos al error. Y no pido que perdonemos, ni que condenemos, sólo que no elevemos el error a la categoría de delito
Osado, imprudente y temerario lector. Está usted a punto de adentrarse en un mundo desconocido,donde la tristeza y la pasión son inseparables. Un mundo repleto de gemidos en la noche, jirones en sensibles corazones, insomnio y duras lágrimas sobre intencionadas miradas. Un mundo de maliciosas gotas de sangre, rosas con espinas y educadas sonrisas tras cada venganza. ¿Se atreve a entrar? Benvenuto nella Cosanostra.