Tenía frío y la humedad de mi ropa empapada empezaba a abrirse camino hacia mi piel. La incesante lluvia había narcotizado mi rostro y el fiero viento me había sometido a un desigual reto contra la línea recta. Por fin llegué y un hogareño zaguán me recibió. Allí, mirándome, inmóvil, callada, estaba ella, refugiada bajo un confortable pijama de algodón y una acolchada bata para el invierno. Me miraba. Yo intentaba ahuyentar esa agua y ese frío que intentaban instalarse en mí y recuperar el ritmo normal de la respiración. Ella me miraba y se acercaba, en silencio, desprovista de prisa alguna. Sus labios se aproximaban sugiriendo el contacto. Sus misteriosas pupilas, dilatadas y amenazantes, destilaban ese aroma a inmediato deseo. Podía percibir su aliento, casi huracanado y lascivo. Me miraba. Sus brazos, envueltos en delicada piel otoñal, comenzaban el ascenso. Me miraba. Su atractivo cuerpo, en improvisada táctica, cumplía con la anhelada estrategia de aproximarse al mío: si
Osado, imprudente y temerario lector. Está usted a punto de adentrarse en un mundo desconocido,donde la tristeza y la pasión son inseparables. Un mundo repleto de gemidos en la noche, jirones en sensibles corazones, insomnio y duras lágrimas sobre intencionadas miradas. Un mundo de maliciosas gotas de sangre, rosas con espinas y educadas sonrisas tras cada venganza. ¿Se atreve a entrar? Benvenuto nella Cosanostra.