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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Encuentro otoñal

Tenía frío y la humedad de mi ropa empapada empezaba a abrirse camino hacia mi piel. La incesante lluvia había narcotizado mi rostro y el fiero viento me había sometido a un desigual reto contra la línea recta. Por fin llegué y un hogareño zaguán me recibió. Allí, mirándome, inmóvil, callada, estaba ella, refugiada bajo un confortable pijama de algodón y una acolchada bata para el invierno. Me miraba. Yo intentaba ahuyentar esa agua y ese frío que intentaban instalarse en mí y recuperar el ritmo normal de la respiración. Ella me miraba y se acercaba, en silencio, desprovista de prisa alguna. Sus labios se aproximaban  sugiriendo el contacto. Sus misteriosas pupilas, dilatadas y amenazantes, destilaban ese aroma a inmediato deseo. Podía percibir su aliento, casi huracanado y lascivo. Me miraba. Sus brazos, envueltos en delicada piel otoñal, comenzaban el ascenso. Me miraba. Su atractivo cuerpo, en improvisada táctica, cumplía con la anhelada estrategia de aproximarse al mío: si

El hombre de hojalata

En medio de la noche, agazapado tras acuosos recuerdos y sumergido en el tosco jarabe de la melancolía y el devenir, el hombre de hojalata se entretenía viviendo. Bajo cielos encapotados de estrellas malditas y ocasos imberbes, nuestro amigo se rodeaba de apropiados senderos, de agrestes sabores y de incólumes pieles, y en ocasiones se aventuraba a recorrer peligrosas pero atractivas travesías, o a nadar entre fieras olas de atrevimiento y fingida eternidad. Pero nuestro amigo de hojalata no era feliz. Condenado estaba a la ambigua soledad, cruel pena de inhóspito aliento. Nunca fue el primero para el corazón de nadie, jamás una noble proa terció íntimamente el rumbo por él, ni unos prominentes acantilados lo acogieron suavemente antes de la caída. Admiraban su coraza, fuerte y fría, resistente y envidiada, pero nadie fundió el interés con la fragua del cariño para asomarse a sus interior. Aunque en ese adentro ya no había nada. Su corazón, ese zarco y noble corazón que tanto