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Mostrando entradas de julio, 2018

Llévame contigo

Llévame contigo. Toma mi cálida mano y comprueba que mi pulso es feliz en tus amaneceres de carcajadas y en tus oquedades de estabilidad, en tus principados de nobleza y en el cálido tintineo de ese tu corazón imbuido de inmediatez. Tus nocturnos demonios son pasto de tu voluntad y consecuencia de tu equívoca inercia. Respira tras cada suspiro, relame el salado sabor de tu inigualable boca inundada de sollozos, de himnos de denostada autoestima. Afila la lanza y sigue parapetada tras la manzana de tu escudo. Blanda como el turrón y sabrosa como el azufre. Demasiado cemento de nostalgias infantiles para levantar un muro de besos, tus besos, sobre cimientos de pasión almendrada y tabiques de estallidos contenidos en el silencio de las entrañas. Por favor, que me lleven contigo. Llévame, no me dejes aquí. Hazme un hueco entre los misteriosos dibujos de tu piel, entre los dispares mundos que acaecen y que nos envuelven, rodeados de los falsos e inocentes actores que supiste seducir y con

Díselo

Si piensas en ella, DÍSELO Si sabes lo que sientes por ella, DÍSELO Si sientes que le debes una explicación, DÍSELO Si crees que le debes una disculpa, DÍSELO Si te hace feliz, DÍSELO Si tu ropa y tus manos huelen a ella, DÍSELO Si la ves increíblemente bella, DÍSELO Si te quedas sin palabras cuando sonríe, DÍSELO Si la miras a veces cuando duerme, DÍSELO Si te haces el dormido para que te despierte con un beso, DÍSELO Si sus abrazos son ya parte de tu vida, DÍSELO Si sabes que aparecerá justo antes de que lo haga, DÍSELO Si no quieres perderla, DÍSELO Si puedes verla cuando cierras los ojos, DÍSELO Si te tiemblan los labios a centímetros de su boca, DÍSELO Si te quita el aliento, DÍSELO Si le da alegría a tu vida, DÍSELO Díganselo y nunca pierdan ni un solo segundo en hacerlo. Los momentos pasan, el tiempo transcurre y debemos de aprovecharlo. No se arrepientan nunca de no haber dicho lo que sentían, de no haberlo al menos intentado, de no haber combatido, de no haber salido del t

La almohada no suele mentir

Ni de las noches, ni de esos demonios que nos secuestran en cada madrugada y que nos maltratan o nos seducen, que nos privan del placentero descanso o que nos hacen llorar o gemir. Ni de las irresistibles hadas que nos hechizan. Ni de esos remordimientos con sabor a fragua que nos retuercen el alma en cada arruga con la sábana. De nada de todo eso podemos escapar. En cada rincón de esa infinita oscuridad, eres víctima de esos recuerdos que te rajan por dentro, que empequeñecen tu autoestima y alimentan ese tu escudo con el que hieres...y huyes. Cada lágrima, cada sensación de oquedad y de abatimiento, es un paso más hacia la soledad (falsamente aceptada) y hacia el vergonzante reflejo en el espejo cada mañana, producto de la ruindad o del éxtasis. La bruja blanca de la más dulce sinfonía amanece con cada sol preguntando al destino y zurciendo heridas. Agujas, velas, pócimas y conjuros desde el verbo y el corazón, para poder seguir hacia adelante, desafiando perversas mentes y aciago

Y pensaba...

Un tibio y escurridizo sudor recorría todo mi cuerpo. La noche, tórrida y espesa, no había resultado la mejor invitación al placentero sueño ni a un profundo descanso. Con la mente aún diluida en el insomnio y con esa extraña desorientación que producen las tinieblas, me disponía, sentada en mi confortable silla y con mis rodillas abrazadas, a disfrutar del inminente amanecer. Una traviesa y juguetona brisa empezó a acariciar mi pelo y a despertar a mis aletargados instintos. Una fresca brisa mañanera que envolvía mi cuello, anestesiaba mis mejillas y se posaba cautelosamente sobre mis humedecidos labios. El horizonte comenzaba a teñirse de sangre. Mi piel se estiraba para besar ese ligero soplo de agradable aire que me embadurnaba, que me mecía y que intentaba acunar mis sensaciones. Una fresca corriente que me calzaba los pies y ascendía con más atrevimiento que prudencia por cada rincón de mis desabrigadas piernas, calmando ese calor interno al que habían sido sometidas, y llevando

Temblor del cielo

Tiembla el cielo esta noche dentro de mi alma. Sanadas ya las heridas (aunque con algún que otro picor residual), y condecoradas las cicatrices con hojas de espino blanco, tú, escoltado por mis intensos y traicioneros sentidos, eres reincorporado a tu puesto. Vuelves a agarrar con fuerza el timón del devenir, a enarbolar el noble estandarte de mi conciencia. Aunque con demasiados remiendos y rozaduras, eres más fuerte, más sabio, más experto y audaz... y también más prudente y cauteloso. Un camino que seguir tras cada curva, una marcha que continuar a través de encuentros y emboscadas. Pisadas en la tierra que acentuar, sin miedo, sin recelo, sin cobardía. Higiene en el interior, libre de rencores ni dolores prescritos. Todo pasa, todo cambia, nada permanece. Vivir. Revivir con sueños, con deseos, con anhelos de sabrosa utopía e inalcanzables hastíos. Luchar, luchar para conseguir alcanzar metas de sabores, duelos de cariño, maridajes de recuerdos y lágrimas en caída libre. No te conf