La Cosanostra

  A través de aquel calor, yo me transmito al exterior. Por tus gestos, en tu arte. Por los nuestros, en tu forma de entenderlo. ( Rincón exquisito. Second ) Era como estar en casa (por fin). Me quedaba bien aquel lugar. Mis sentidos habían arribado allí exhaustos, alerta, algo inciertos, al abrigo de algún delicioso beso y un fugitivo arrumaco. Acabaron a gusto, en silencio. Silencio. Cerré los ojos y me dejé secuestrar por el estruendoso silencio. A lo lejos, una suave marea en forma de rítmicas respiraciones era la banda sonora de la noche.  Una noche presidida por una creciente Selene, regia y jovial, y por un pecho que ascendía y bajaba con la cadencia de la ilusión y el rico aderezo de los sentimientos.  Me quedaba bien aquel lugar. Cerré los ojos. Cerré los ojos y acomodé mi rostro en aquel lindo recoveco. Olía bien. Mis ojos (cerrados), olían a exóticos hechizos, a lejanas pócimas de encantamiento y a delicados pétalos de rizadas flores de miel y canela.  Mi nariz se escondió e

  " Al cabo de unos segundos, al no hallar palabras con las que responder, le obsequió con una escueta sonrisa. Después se marchó, dejando la puerta abierta y al gigante con una mueca avergonzada en el rostro" (Cristina, enfermera. La maniobra de la tortuga) "Nunca digas adiós, porque decir adiós significa irse lejos, e irse lejos significa olvidar"  ( Peter Pan ) (De una trivial percha colgaba un cuento que hace tiempo escribí. Nació para ser un precioso regalo, creció convertido en un bonito relato pero acabó postergado y arrinconado. Hoy rescato una parte de él, con un título distinto pero con los sentimientos intactos). [...] El gigante allí se encontraba, con el lodo aún en su piel y la mugre ocupando sus mejillas. Su fiel caballo soportaba ya la deliciosa carga del descanso y sus armas redimían culpas enfundadas en sus bolsas. La marea iba creciendo, poco a poco, rítmicamente, con suaves vaivenes que comenzaban a enjuagar y refrescar sus castigados pies. El so