Aunque confieso que siempre fui algo reticente a este mundo, acabo de entrar de lleno en la literatura fantástica. Primero fue con La Catedral, un buen libro acerca de los masones y los templarios; después he leído El valle de los lobos, con elfos, brujos y gnomos, y ahora acabo de terminar el primero de la saga de Harry Potter. Sé perfectamente que no estoy ante una literatura excelente, ni en cuanto a estilo ni en cuento a forma, pero ¿Qué más da? mis lecturas siempre han caminado por recorridos intertextuales, entre églogas y sonetos, ensayos y novelas premiadas. Barroco, Renacimiento, generaciones, tratados, siempre pendiente de disfrutar todo resquicio de esa buena literatura, que por cierto, me encanta. Pero ¿Por qué no disfrutar de estos mundos mágicos? recopilando información, imaginado mundos, evadiéndote de este mundo al menos durante un rato? No ganarán nobeles, ni premisos extraordinarios, pero quizás la recompensa no sea esa... a mí me los hace pasar bien, y eso ya es más que un premio.
Volveré a mis sátiras, a mis novelas apasionadas, a mis poetas soñolientos y a esa amalgama de letristas que en mi cabeza se agolpan, unas veces en forma de caballero andante y otras como detectives de novela negra. Mientras llega ese regreso, haré una poción de fantasía, en un caldero de bronce y usando una varita de pluma de fénix.
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