Dejarse llevar. Tan fácil y tan difícil al mismo tiempo. La pasada noche, guarecido de una gélida luna en el hogar de un corazón, pasaba revista a mis estrellas favoritas, canturreaba en silencio y jugaba a retar al insomnio a base de latidos. Latidos. Atronadores golpes de vísceras contra gruesos tabiques de sentimientos apostados en el vaivén de esos preciosos ojos (en penumbra) y de esa vivaz mirada (al sol) que enjuaga pieles y acaricia momentos. Momentos. Trazas de destino que aprovecho, que exprimo sin reticencia y sin fletar esa idealizada nave hacia inciertos puertos de advenimiento o inesperadas adversidades. Y aprendo. Y disfruto. Y no quiero ni pido más: sólo la increíble oportunidad de vivir, de saltar a hombros de los segundos y minutos (éstos) y compartir cada una de mis células en fricción conmigo mismo y con el cuerpo (de ella). Ella. Umbría, tibia, caliente, sonora y húmeda. Corazón y boca. Fuerte y entreabierta. Repliegue de hazañas en una novela de fútil desen
Osado, imprudente y temerario lector. Está usted a punto de adentrarse en un mundo desconocido,donde la tristeza y la pasión son inseparables. Un mundo repleto de gemidos en la noche, jirones en sensibles corazones, insomnio y duras lágrimas sobre intencionadas miradas. Un mundo de maliciosas gotas de sangre, rosas con espinas y educadas sonrisas tras cada venganza. ¿Se atreve a entrar? Benvenuto nella Cosanostra.